Mujer espíritu
MARIA SABINA; LA SABIA
Fue una mujer indígena nacida en México; sierra Mazateca, al noreste de Oaxaca.
Nos enseñó el poder de los hongos sagrados. A los que, según revela, los abuelos
llamaban “cositas· o “santos”. Ella decidió llamarlos dulcemente “niños santos”.
Es considerada la madre de los hongos Psilocybe, aunque afirma que es más bien su
hija. Sus palabras al consumirlos son “dame lo que es verdadero; como es tu
conciencia es la mía”. Nos invita a sentirnos uno con la unidad, diferenciándose de
separaciones banales creadas ilusoriamente por el ego que no nos permite
concebirnos como un todo; ya que nuestra mente es finita y lo finito no puede
concebir la infinitud del ser; necesita encasillar para sentirse seguro.
María relata que la primera vez que tuvo contacto con los niñitos estaba con su
hermana en el bosque y no tenían acceso a comida; es en ese preciso momento
cuando los vieron.
“Me llevé los hongos a la boca y los mastiqué, su sabor no era agradable, por el
contrario, eran amargos, con sabor a raíz, a tierra. Mi hermana hizo lo mismo, al
rato nos sentimos mareadas. Empezamos a llorar y luego escuchamos una voz, que
venía de otro mundo. Era una voz dulce, pero a la vez autoritaria. Como la voz de
un padre que quiere a sus hijos y los cría con fuerza. Sentí que todo a mi alrededor
era Dios; yo hablaba mucho, y mis palabras eran hermosas”.
Sus palabras nos reúnen con la memoria ancestral que habita en nuestro ser, nos
invitan a conectarnos con la madre tierra, alimentándonos directamente de ella,
sintiendo su aroma y sabor.
Tiempo después María Sabina se dio cuenta que estos seres eran sanadores
naturales, y decidió comenzar a ingerirlos para las llamadas veladas. Estas eran
ceremonias que se realizaban a la noche, en la oscuridad, ya que ella decía que los espíritus se representan mejor. Con el fin de sanar a los enfermos.
Antes de comenzar la velada le pedía el nombre al paciente. Así buscaba la
enfermedad y la curaba. Si el paciente no le decía la causa de la misma, ella la
adivinaba. Afirmaba que cuando el enfermo sudaba, le revelaba que se iba a
recuperar; sus palabras obligaban al mal a irse.
Podía sentir como los niños santos le hablaban, la aconsejaban, le decían cómo debía
sanar y le enseñaban el lenguaje que usaba en las veladas.
El corazón de esta historia y de María Sabina es la sabiduría oculta del espíritu. Simplemente se dejó guiar por esta sabiduría que habitaba en ellos. Dándoles el espacio sagrado que necesitaban para poder interactuar en este plano; es así que vivió una experiencia de hongos y ellos vivieron una experiencia humana en un círculo sagrado de sanación.